Ruta Cervantina (autor fotos: José Manuel Soto)

SÓLO UNAS LÍNEAS…

Salida de Madrid entre saludos de viejos compañeros de ruta, sin contratiempos y con el autobús casi a tope.

El viaje fue inusualmente corto, en Consuegra nos esperaba Salvador Galán, director del Centro Asociado, junto con Domingo Fernández, profesor de Geografía e Historia del centro ( y “nuestro hombre en La Mancha”), estaba además,  a pie de autobús, la guía de turismo que nos ofreció todas las explicaciones pertinentes sobre el castillo de Consuegra: su origen (tal vez romano) y como, tras diversas vicisitudes pasó , en el siglo X, a la Orden de S. Juan de Jerusalén; se refirió a todas y cada una de las partes del complejo (la muralla, la albaraca, el adarve,el aljibe, las cocinas la torre albarrana, las troneras y saeteras…) y con cada descripción se ocupó de transmitir las sensaciones de frío o calor, los olores, el sentido de defensa de cada escalera –o la falta de ella- de las gentes que lo habitaron.

Nos condujo a continuación a uno de los molinos aptos para visita y una vez arriba detalló la precisa y perfecta  obra de ingeniería de semejante artilugio; pudimos tocar las pulidas e irregulares superficies formadas por troncos de árbol e incluso mover alguna de ellas. Quedó claro también cuáles son los distintos vientos y las distintas piedras que rigen las distintas  moliendas.

De camino a Ruidera nos permitimos un breve café (y alguna pasta)  en la Venta del  Quijote, silenciosa, fresca y soleada a esa hora. No fue fácil seguir el viaje… A partir de ahí comenzó a abrirse –y ese es el término más exacto- el paisaje de La Mancha; atravesamos extensiones de olivos y vides perfectamente alineados bajo un cielo bordeado de pequeñas nubes blancas sobre un horizonte –aquí sí- muy lejano.

Y de nuevo la quietud de una tierra con frecuencia rojiza, campos amarillos, y  planas y perfectamente recortadas manchas de vegetación.

Para recordar: los distintos verdes y azules de la zona de las Lagunas por las que Domingo nos obsequió, tras la comida, con  un gratísimo recorrido naturalista, geológico y estético.

Y llegamos a Valdepeñas con tiempo suficiente para  un breve descanso en el hotel antes de dirigirnos a la conferencia en el Centro Asociado, un curioso edificio, antigua sede del Banco de España que, como explicó su director,  todavía alberga las cajas fuertes en los sótanos.

Salvador Galán hizo la presentación del centro y del conferenciante con  exquisita elegancia . Se trataba de José Luis Mata, profesor de Literatura y, como se reveló a lo largo de su intervención, experto en ciertos y relevantes aspectos de la vida del autor del Quijote; una conferencia que como señaló él mismo, bien podría haberse titulado “el irónico Cervantes”. Se refirió en primer lugar al significado de la obra para pasar revista a continuación a algunos de los datos poco claros sobre la vida de Cervantes -irónicos si no paradójicos muchos de ellos- empezando por su partida de defunción o el retrato más conocido de los que se le atribuyen  (el de Fernando Jáuregui).  Mantiene el profesor Mata que de Cervantes se sabe poco, su presunta biografía sigue envuelta en la bruma: ”único modo de seguir manteniendo la ironía”.

Los que tuvimos la suerte de dirigirnos hacia la Plaza de España al finalizar el acto, nos topamos con la sorprendente imagen, recién comenzada la noche, de un paso de Semana Santa: un cristo “bailando” a hombros de los cofrades, envuelto  en  nubes  de incienso que parecían brotar del suelo , todo ello arropado por  una singular marcha procesional. Sorprendente, como poco. (Se trataba, al parecer de la celebración de los 300 años de la Hermandad del Cristo de la Misericordia).  Al margen –o no tan al margen- de esto, el ambiente nocturno de la ciudad nos sorprendió a casi todos.

El Domingo, lo ocupó Domingo, (fundamental la redundancia)  que nos fue desvelando todo lo que guarda el trayecto a Viso del Marqués.  Incansable y paciente (muy paciente)  desde primera hora, realizó con nosotros todo el viaje en autobús, un camino que desemboca en Despeñaperros , narrando la historia que se desarrolló por esos pagos.  Se refirió, entre otras cosas, a  las delimitaciones de las distintas órdenes militares que camparon por la zona, y a sus dominios; fuimos atravesando –en ocasiones oteando, tan solo- el Campo de Calatrava y su zona geológica, volcánica por cierto –no hay que olvidar  que Domingo es arqueólogo-, Santa Cruz de Mudela, el Cerro de las Cabezas y las excavaciones de su poblado ibérico…hasta la zona de Baztán: terrenos elevados, grandes extensiones, numerosos cotos de caza, casi Andalucía… (por allí se encuentra la finca Peñalajo que pertenece (o perteneció) a la familia Botín; Amuradiel, con la singularidad de exhibir un ancla y un puesto vigía en uno de sus cruces (la larga sombra de Álvaro de Bazán y Guzmán). Comenzamos a ver humedales; y es que algo está cambiando en la Mancha…como sugirió el profesor Fernández en más de una ocasión.

Y como el  viaje seguía siendo cervantino se refirió a  ciertos paisajes que probablemente seguían manteniendo el mismo perfil que cuando se escribió El Quijote. Por supuesto, Cervantes “calca” la zona, refleja con exactitud  la mentalidad y el momento –hay que recordar que esa era una zona de paso de la plata, de los metales nobles, a los Países Bajos-.

Y llegamos a Viso del Marqués: la iglesia y el palacio, este último descrito y mostrado con ingenio por el guía que realizó la visita,y descubrimos su encantador estilo italianizante,la excelente restauración de las salas,  los magníficos frescos, la historia del marqués de Santa Cruz y de sus descendientes, e incluso los distintos usos que se le dieron a esas dependencias a lo largo de los siglos.

De camino al Santuario de las Virtudes, Domingo explicó sus antecedentes visigodos y el motivo por el que santuario y plaza de toros están unidos . Obviamente eran los dos lugares más importantes del asentamiento: primero fue la iglesia, y poco a poco el festejo de los toros -probablemente un cerco de carros dentro del que se celebraba la fiesta- que fue dando paso paulatinamente a la  construcción que puede verse en la actualidad. Hoy,  la plaza de toros cuadrada, una de las pocas que se conservan –y sin duda la más importante-, bien merece una visita.

Como la merece sin duda el santuario de las Virtudes, magnífica ermita anterior al XV, con una hermosa capilla mayor y techo mudéjar, aunque lo verdaderamente espectacular es el camarín -que nos permitieron visitar pese a estar a punto de comenzar las obras de restauración-; un pequeño espacio repleto de pinturas  que arranca  en la escalera y que guarda algunos de los más hermosos frescos barrocos (y notables trampantojos).

Fuera de programa, y de nuevo hacia Valdepeñas, nos detuvimos en un bellísimo  lugar , San Carlos del Valle, un pequeño pueblo de estructura radial que describió perfectamente nuestro guía: la iglesia del Santísimo Cristo –barroco tardío- con una inusualmente alta cúpula (47m desde el suelo) y cuatro torres; en una de sus fachadas aparece Santiago Matamoros –término, al parecer, políticamente incorrecto-, en recuerdo a la orden militar. Sorprende su tamaño. Como sorprende la Plaza Mayor, un rectángulo al que se accede por tres arcos de ladrillo,  apuntalado por columnas toscanas de piedra que sustentan los pisos y galerías de madera que la encuadran. Un lugar con encanto, desde luego.

El final de la ruta, como era de rigor, transcurrió en una bodega de Valdepeñas. Una magnífica comida entre enormes tinajas de vino en la bodega Los Llanos, la más antigua del lugar, excavada hace 150 años; una cava vieja, olorosa, interminable y con historia.

En opinión de muchos de los ruteros el viaje se quedó cortó. Valdepeñas da para mucho más.

Rocío Martínez

Responsable Unidad Actividades Culturales

UNED

(Autor de todas las fotos: José Manuel Soto)

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