¡Gracias a todos por la participación!
Amelia Bautista:
EN LA VIGILIA
Anuncian la noche pájaros montaraces
en esta sierra de baja altura.
En la vigilia,
antes de amanecer
me pareció oír una gaviota
entre los palos del puerto
en vísperas del último arrastre.
Ceñí mi vista hacia el horizonte
y vi rielar límites de fuego
verticales como velas encendidas
sobre el temblor del agua.
Un instante después,
sobre la sombra de la persiana
de mi habitación deshabitada,
vi mudarse
de la oscuridad a la luz,
la silueta de un musgo en un jardín de sal.
Manuel Lobo:
TãO CEDO PASSA TUDO QUANTO PASSA!
Tão cedo passa tudo quanto passa!
Morre tão jovem ante os deuses quanto
morre! Tudo é tão pouco!
Nada se sabe, tudo se imagina. Circunda-te de rosas, ama, bebe
e cala. O mais é nada.
Ricardo Reis
¡Tan pronto pasa todo cuanto pasa!
Tan joven muere ante los dioses cuanto
muere! ¡Todo es tan poco!
Nada se sabe, todo se imagina. Rodéate de rosas, ama, bebe
y calla. El resto es nada.
Tomás Fernández, Vicerrector de Centros Asociados:
» Hay que educar la espontaneidad, que se nutre de experiencias, imaginaciones, ensayos, exploraciones de lo desconocido. Ahora bien, la espontaneidad ineducada es pobre y, lo que es más: paradójicamente, poco libre, limitada por la herencia, no solo biológica, sino sobre todo social. Entiendo la educación como cultivo e incremento de la espontaneidad».
Marías, Javier (2005): » La educación sentimental». Madrid. Alianza Editorial
Rocío Biedma:
DOS ALAS DE LIBÉLULA
“Arcadas da la tarde
reflejando la lluvia
con un sol cansino
despegando las horas”.
Paco Mateos
Anduvimos de puntillas, fervientes
por los campanarios.
Tuvimos propósitos,
quisimos ser cómplices,
nos miramos de frente sin sospechar
que también los iris dejan cicatrices.
Fuimos dos alas de libélula
que el viento detuvo,
reflejando la lluvia
en la arcada de un poema
enajenado e incompleto.
Aida Fernández Vázquez
Comunicación:
FRAGMENTOS DE “LA DESESPERACIÓN” DE ESPRONCEDA
…
Me agrada un cementerio
de muertos bien relleno,
manando sangre y cieno
que impida el respirar,
y allí un sepulturero
de tétrica mirada
con mano despiadada
los cráneos machacar.
…
La llama de un incendio
que corra devorando
y muertos apilando
quisiera yo encender;
tostarse allí un anciano,
volverse todo tea,
y oír como chirrea
¡qué gusto!, ¡qué placer!
…
Me gusta que al Averno
lleven a los mortales
y allí todos los males
les hagan padecer;
les abran las entrañas,
les rasguen los tendones,
rompan los corazones
sin de ayes caso hacer.
…
Me agradan las queridas
tendidas en los lechos,
sin chales en los pechos
y flojo el cinturón,
mostrando sus encantos,
sin orden el cabello,
al aire el muslo bello…
¡Qué gozo!, ¡qué ilusión!
Eugenio Benet:
SIN NOMBRE
Amor como patología
desasosiego y felicidad
amor inmerecido
que se otorga sin condiciones
a quien incluso lo desprecia
donde la sed no se apaga
y la locura cobra sentido.
Me pierdo en un laberinto,
mirando a las manchas
de una pared
donde no escribí tu nombre.
Sonia Bautista, 2016
Avelino Tomé:
Hola: Precisamente este día 23 es Sant Jordi, quizá la fiesta más representativa de Catalunya. La casualidad ha querido que ese día se muriera mi mujer hace 8 años después de seis meses de lucha contra el cáncer. Se llamaba Lucía. Cuando éramos novios le escribía poesías, y recuerdo una en especial. Es con rima antigua, las actuales con rima dispar o sin ninguna no me dicen nada:
Te felicito en el día de tu santo
que es Lucía la reina de los ojos,
y los tuyos que yo he mirado tanto
cada día los encuentro más hermosos.
Me recuerdan las noches con tu encanto
llenos de luz contemplando mis enojos,
sufren en silencio, lloran y es su llanto,
alma de amor, besar tus labios rojos.
Sonia Cubillo
Subdirectora de Comunicación:
Son dos de los cientos de testimonios recogidos por la periodista y escritora Svetlana Alexiévich, Premio Nobel de Literatura 2015, en el libro “La guerra no tiene rostro de mujer”. Svetlana Alexiévich ha dado voz a las olvidadas, silenciadas y repudiadas: las mujeres del Ejército Rojo que combatieron en la segunda guerra mundial. Todo un documento de Historia Oral.
“La guerra no tiene rostro de mujer”
< No sabría decirte donde ocurrió… En qué lugar… Estaba en un cobertizo con unos doscientos heridos, yo sola. Traían a los heridos directamente del combate, había muchos. Era en una aldea… No recuerdo el nombre, han pasado tantos años… Me acuerdo de que no dormí, no me senté ni un solo minuto en cuatro días. Todos decían: “¡Enfermera! ¡Ayúdame!”. Yo corría de uno a otro enfermo, una vez me tropecé y me caí, me quedé dormida al instante. Me despertó un grito, un comandante, un teniente joven, también estaba herido, se incorporó un poco y pegó un grito: “¡Callaos! ¡Silencio!”. Se dio cuenta de que estaba exhausta, de que todos me llamaban, les dolía: “¡Enfermera! ¡Enfermera!”. Me levanté de un salto y me puse a correr, no sé hacía donde, ni para qué. Entonces lloré, por primera vez desde que estaba en el frente lloré.
Después… Nunca llegas a conocer a tu corazón. En invierno, los prisioneros de guerra alemanes empezaron a desfilar por delante de nuestra unidad. Iban congelados, con las cabezas envueltas en unas mantas rotas, con los capotes agujereados. Hacia tanto frio que los pájaros se congelaban al vuelo. Caían congelados. En esta hilera había un saldado… Un niño… Las lágrimas se le habían congelado sobre las mejillas… Yo iba empujando un carro con pan, lo llevaba al comedor. Él no lograba apartar la mirada de aquel carro, no me veía a mí, solo al carro. El pan…, el pan… Cogí una hogaza, la partí y le di un trozo. Lo cogió…No se lo creía…No…¡No se lo creía!
Yo estaba feliz… Estaba feliz porque no era capaz de odiar. Me sorprendía a mí misma…>
Natalia Ivánovna Serguéieva. Soldado, auxiliar de enfermería
< ¿Quiere averiguar la verdad? A mí me asusta…
Un soldado nuestro… ¿Cómo se lo explico? Todos sus familiares habían muerto… Él… O tal vez estaba borracho. A medida que nuestra Victoria se acercaba, la gente cada vez bebía más y más. En cualquier casa o sótano se podía encontrar vino. Él cogió la metralleta e irrumpió en una casa alemana… Vació el cargador… No llegamos a tiempo a pararle. Fuimos detrás a todo correr… Cuando entramos, en la casa no había más que cadáveres… Había niños… Le arrebatamos la metralleta y le atamos. Él escupía toda clase de injurias: “Dejad que me pegue un tiro”.
Le arrestaron, le juzgaron y le condenaron a fusilamiento. Yo y todos nosotros sentíamos pena por él. Luchó durante toda la guerra. Legó a Berlín…
¿Ahora le permiten escribir sobre estas cosas? Antes estaba prohibido…>
A S-va. Servidora de una pieza antiaérea.
Jesús Chamarro Calvo,
Facultad de Educación:
TODO EL MONTERROSO NO ES ORÉGANO
Cuando el dinosaurio despertó, ya estaban puestos todos los semáforos.
(Microrrelato inspirado en el más breve del mundo)
Miguel Minaya:
SABÉIS MIS CIELOS
Isabel Escudero (1944.2017) In memoriam
Raquel Jiménez:
«Olvidar con una mueca de buen perdedor lo que otro tiempo fue, asumir lo que ahora es, y aceptar lo que nunca podrá ser. Sin embargo, hay impulsos, concluye. Hay instintos, curiosidades que unas veces pierden a los hombres y otras hacen caer la bolita en la casilla adecuada de la ruleta. Caminos que, pese a los consejos de la más elemental prudencia, es imposible soslayar cuando se ofrecen a la vista. Cuando tientan con respuestas a preguntas nunca formuladas antes.»
De EL TANGO DE LA GUARDIA VIEJA de Arturo Pérez-Reverte (Alfaguara)
Juan Luis García García poeta y alumno en el Grado de Historia del Arte:
Pedro Luis Gómez del Cerro:
Fragmento de la novela RAYUELA, de Julio Cortázar, es difícil elegir uno solo pero el que adjunto en una fotografía me parece especialmente bello.
José Manuel Corral Mateos,
Abogado:
THE APPARITION, John Donne
Cuando por tu despecho, ¡asesina!, esté yo muerto,
y libre te creas ya de todos mis asedios,
llegará entonces mi espectro hasta tu lecho
y a ti, falsa vestal, te hallará en peores brazos
Dudará entonces tu enfermiza llama,
y ese, tu entonces dueño, cansado ya,
si te mueves, o intentas alzarlo con pellizcos,
pensará que le pides más,
y en simulado sueño te rehuirá,
y entonces, árbol tembloroso, abandonada,
bañada en frío sudor de azogue,
espectro más real que el mío.
Lo que diré no he de decirlo ahora,
no vaya eso a protegerte.
acabado ya mi amor,
antes quisiera verte con dolor arrepentida
que, por mis amenazas, inocente.
Jordi Montserrat:
«Le dió por echarle la culpa a un Dios en el que no creía. Los hombres -decía-pueden joderte la vida entera, pero, como aseguraban los místicos, te dejan libre la eternidad para que descanses, o para que sigas cagándote en sus muertos. Cada hombre tiene su forma particular de mal y tu puedes prepararte para hacerle frente (hablaba de los hombres como de los peces y los jabalíes, a cada uno su carnaza prendida en el anzuelo, de cada uno su voracidad, a cada cual su trampa). No les tengo miedo a los hombres, me da miedo que Dios exista. Ese ha tramado el mal de cada uno de nosotros, el nuestro, el que guardamos dentro, el que sale al exterior para torcerlo todo. No quiero pensar de que estará compuesta esa divina cabeza ni que cagará ese sagrado culo, Marte y el Sol y Júpiter y la Luna, sus boñigas, y nosotros y las ratas y las cucarachas, malolientes salpicaduras»
Rafael Chirbes, EN LA ORILLA
Víctor Amaya Rico:
EL DIJE
De la abundancia del corazón habla la lengua de El Dije con una carga de energía vital para alcanzar la armonía entre sus sentimientos y razón en la lucha incesante de lo imaginado-real contra lo posible-ideal.
Sus pensamientos sintientes los crea con inagotable pasión para no apagar los reflectores evitando los olvidos, para evitar que una vida, vivida, pero cansada por el descubrimiento de las vergüenzas e indignidades del mundo, caigan del lado sombrío que rompe la vida, tratando evitar no haber existido.
En su tránsito vital goza de serenidad y buen corazón para lograr su control mental, asomarse a otras vidas y mirar por otros ojos, vivir como siente.
Ángel de la Peña:
«No hay nada más bello
Que lo que nunca he tenido
Nada más amado que lo que perdí
Perdóname si hoy busco en la arena
Esa luna llena que araba el mar»
(Lucía, J.M. Serrat)
Carlos de Abuín:
Un poema del último libro de Ánchel Conte, en aragonés:
ALCOLEA
ai este cielo tan azul que fiere
esta bisa con ulor a ontina e tremoncillo
o paisache d’a mía infancia reviviu
o riu as ripas as huertas siempre verdas
o ninón que yere
e l’hombre que soi
ai esta agulla rusién n’o peito fincada
as memorias recuperadas
ai este amor que te tiengo e me fa viyere
o mío mundo con uellos nuevos
á las sospresas ubiertos
ai tu como abre cereño plantau
en metat d’iste paisache que nunca muere
tu inmutable inamovible eterno
tu fendo-me mesurare con nuevas dimensions
tot isto tierras cielos rius mons que tanto amo
e que como lo mío millor presén t’ofreixco
Manuel Gómez:
“Intentaba mantenerme lo más cuerdo posible, siendo consciente de que me encontraba demasiado expuesto a todas aquellas percepciones. ¡No sé!
Describir sensaciones que uno ni siquiera llega a comprender es una causa literalmente imposible. El viaje se habría de hacer en gran parte durante la noche, aunque llegaríamos al día siguiente, en torno al mediodía.
El compartimento de viajeros estaba henchido de maletas, hatillos y viandas cuyo destino estaba escrito, servirían de bálsamo para aquellos silentes pasajeros que mataban el tiempo leyendo el noticiero; o como en el caso de las damas -engalanadas de domingo-, la revista de crónicas sociales que de forma excepcional adquirían en el kiosco de la terminal de Atocha instantes antes de la salida prevista. La atmósfera, caldeada por el humo de los motores de gasoil y el olor a aceite quemado que desprendían las viejas máquinas, acababa siendo agónica. Aquel ambiente irrespirable en el que se destilaban los combustibles fósiles de aquellas locomotoras, era el responsable de los pensamientos delirantes que nos acompañarían durante el primer tramo de la travesía. Una vez en movimiento, todas las ventanas abrían sus espacios a la noche. Desde la lejanía, el tren emergía titubeante de la estación, como si no tuviera claro si salir o quedarse; con resignada parsimonia iba tomando velocidad lentamente, daba la sensación de querer esperar para ver si llegaba aquel pasajero que no acababa de subir al tren. En el compartimento de pasajeros, deberíamos ocupar nuestro sitio antes de que pasara el revisor comprobando los billetes. Una vez cumplido el trámite, podríamos campar a nuestras anchas por todos los vagones hasta poco tiempo antes de llegar a la estación enlace, donde cambiaríamos de convoy, eso sí, aquí no te podías despistar o te quedarías en tierra. Salir de la estación central, no era tarea fácil, el entramado de vías dificultaba las maniobras hasta salir del casco urbano; la circulación controlada por semáforos y cambios de railes -por aquel entonces manuales-, obligaban a detenernos y esperar a que el operario de turno maniobrara adecuadamente los cambios de aguja, para poder proseguir nuestro camino hasta el próximo cruce. Salir tras aquellas maniobras -ya en zona de arrabales-, era como para echar un brindis con el mejor Moet. Una vez tomada la ruta del sur, el tren empezó a coger velocidad, situación que hizo que mejorara la ventilación del compartimento de viajeros.
No puedo dejar de recordar aquella estación, que en otro tiempo, durante las frías jornadas de invierno, servía como refugio a personas sin hogar; alcohólicos o enfermos psíquicos que en su deambular, encontraban en el calor de la gran sala de espera de la estación de Atocha el hogar que no tenían. Magníficos radiadores de hierro fundido -manufacturas del siglo XIX-, guardaban las cuatro esquinas de la sala que sin quererlo, se convertían en el corazón de la misma. Exhalaban el polvo quemado depositado en sus miembros ferrosos, lentamente… impregnando de humo las mugres paredes. Como si de un fractal se tratara, dibujaban así imágenes abstractas que el tiempo y la humedad se ocuparían de transfigurar. Cuando me aventuraba a entrar en aquel universo olvidado, con el pañuelo cubriendo nariz y boca, me perdía en esos mundos trazados en los lienzos de la pared que me transportaban a un lugar donde el tiempo se detiene. Es cierto que no habría de permanecer mucho tiempo en aquel lugar. Resultaba insoportable el hedor de aquella sala cuando se abría la puerta para acceder a la misma. Situación que impedía el acceso a toda aquella persona que tuviera por costumbre una mínima higiene. En ese instante sentí de forma empática la soledad, inherente a la condición humana y a su vez, me sentía en connivencia con la vida. Sin miedo… sin miedo. Obsérvate y si quieres, obsérvate en los demás.
El traqueteo de los vagones marcaba el paso del tiempo con una melodía estridente y monótona… “
M. Jesús Alonso Morientes:
UN PAISAJE CON CAMELLOS
Sin pasar, pasando, lentos.
Arena, de lava, hueca,
cruje limando los sueños:
«Las monedas de oro viejo
navegando por el suelo»
Las campanillas, sin eco.
No hay sol para tanto campo
yerto.
Ni cielo.
Los ojos de los camellos
buscando sombra dentro.
Autor:Domingo López Torres (15 de mayo de 1907)
Andrés González Martínez, estudiante de Mediación Comunicativa
es la peor cosa que podrías pensar hacer.
Cuando lo tienes todo,
pero sabes que también serías feliz sin nada.
Cuando amas pero no deseas,
cuando deseas pero no amas.
Quizás tú a esto lo llames locura.
Yo lo llamo equilibrio.
Autor: Nach
Título del libro: HAMBRIENTO
Ángel de la Peña, CEMAV:
Imagíname: no puedo existir si no me imaginas.
Él me destrozó el corazón. Tú apenas me destruiste la vida.
LOLITA. Nabokov
Yolanda Acebes:
Os envío una poesía de producción propia, me encanta este mundo y estoy comenzando a navegar por él a través de los murales que confecciono para los pasillos del colegio donde realizo mi trabajo . Espero que os guste:
LLEGA LA PRIMAVERA
Flores de agradables olores
cubren los mantos verdes
que en la piedra , ruda, inundan
bajo un sol que resplandece.
El sol extiende sus rayos
que llegan acariciando
las yemas tempranas, brotando
que están naciendo en el árbol.
Comienza el bullicio entonces,
y el alboroto en el aire
niños, pájaros y flores…
toc…toc..
La Primavera!Adelante!
Mª de los Ángeles García Martínez
Asesoría Jurídica:
A ROOM WITH A VIEW. E.M. Forster. 1908
Chapter 1 (…)
Miss Bartlett was startled. Generally at a pension people looked them over for a day or two before speaking, and often did not find out that they would «do» till they had gone. She knew that the intruder was ill-bred, even before she glanced at him. He was an old man, of heavy build, with a fair, shaven face and large eyes. There was something childish in those eyes, though it was not the childishness of senility. What exactly it was Miss Bartlett did not stop to consider, for her glance passed on to his clothes. These did not attract her. He was probably trying to become acquainted with them before they got into the swim. So she assumed a dazed expression when he spoke to her, and then said: «A view? Oh, a view! How delightful a view is!»
«This is my son,» said the old man; «his name’s George. He has a view too.»
«Ah,» said Miss Bartlett, repressing Lucy, who was about to speak.
«What I mean,» he continued, «is that you can have our rooms, and we’ll have yours. We’ll change.»
The better class of tourist was shocked at this, and sympathized with the new-comers. Miss Bartlett, in reply, opened her mouth as little as possible, and said «Thank you very much indeed; that is out of the question.»
«Why?» said the old man, with both fists on the table.
«Because it is quite out of the question, thank you.»
«You see, we don’t like to take–» began Lucy. Her cousin again repressed her.
«But why?» he persisted. «Women like looking at a view; men don’t.» And he thumped with his fists like a naughty child, and turned to his son, saying, «George, persuade them!»
«It’s so obvious they should have the rooms,» said the son. «There’s nothing else to say.»
(…)
Rocío Martínez, Actividades Culturales:
ADIÓS A CASI TODO. Salvador Pániker (fragmento)
Leo/releo El Quijote, de cuya primera parte se cumplen estos días cuatrocientos años, y que me sigue pareciendo un libro desigual, a ratos agobiante, a ratos fascinante. Se conoce que aquellos lectores del XVII tenían tiempo sobrante y paciencia larga. En aquella época, según parece, no había luz eléctrica, ni periódicos, ni televisión, ni automóviles, ni agendas de negocios. ¿Y qué decir de aquella Weltanschauung tan castellana? Cervantes la recoge y a veces se le agrieta. Cervantes, precavido frente a la Inquisición, se escuda en la «locura» de su protagonista para expresar ideas digamos «erasmistas». Hay en El Quijote momentos de mucha amenidad. El enorme encanto de un lenguaje despreocupado. Ejemplo de espontaneidad narrativa: cuando comienza a describir el final de su héroe, Cervantes escribe que Don Quijote, entre lágrimas de los allí presentes, «dio su espíritu, quiero decir que se murió». Espontaneidad, casi desfachatez, lenguaje a menudo torrencial y rebosante de ingenio. Ingenio popular de la época. Y con todo, un libro triste. Como triste fue la vida de su autor.
Nota. Unamuno veía a Don Quijote como una especie de Cristo, y al quijotismo como la genuina religión española. Y uno piensa que tampoco conviene excederse en interpretaciones simbólicas. Es posible que Cervantes no se propusiera otra cosa que escribir una divertida sátira. Los autores de obras geniales no suelen ser muy conscientes de lo que han compuesto. Sea como fuere, El Quijote es, como digo, un libro triste. Un libro hondo, cruel y a veces tosco.
Sebastián Pérez:
Envío un fragmento de una canción que escribí yo!
«Si la vida pesa
es que no es vida,
no es la vida la que pesa
si no la matraca en la cabeza«
TERRA NOSTRA
Amparo Esther Esteve Borrás:
fragmento del LIBRO DEL OCHO de Katherine Neville
…Las piezas del juego de Montglane eran demasiado grandes hasta para los enormes cuadrados del tablero de alabastro de Mordecai, pero se las veía magníficas, resplandeciendo a la luz de las arañas.
Mordecai levantó el tapiz y abrió una inmensa caja de caudales incrustada en el muro. Sacó una caja que contenía otras doce piezas. Solarin se apresuró a ayudarlo.
Cuando estuvieron todas dispuestas, las estudiamos. Estaban los caballos caracoleantes, los majestuosos alfiles en forma de elefantes, los camellos con sus sillas con dosel que representaban las torres.
El rey de oro conduciendo su paquidermo, la reina sentada en su silla de mano… todos cubiertos por gemas y tallados con una precisión y una gracia que ningún artesano hubiera podido imitar; por lo menos durante mil años. Sólo faltaban seis piezas: dos peones de plata y uno de oro, un caballo de oro, un alfil de plata y el Rey Blanco, también de plata.
Verlas así, todas juntas, brillando entre nosotros, era increíble. ¿Qué cerebro fabuloso había concebido la idea de combinar algo tan hermoso con algo tan letal?…
Pilar Martínez S. Ireneo:
«Un hombre necesitaba dinero con urgencia para pagarse un pasaje a América. Este hombre era amigo de mi padre y tenía un saxofón. Mi padre era carpintero y hacía carros del país con ruedas de roble y eje de aliso. Cuando los hacía, silbaba. Inflaba las mejillas como pechos de petirrojo y sonaba muy bien, a flauta y violín, acompañado por la percusión noble de las herramientas en la madera. Mi padre le hizo un carro a un labrador rico, sobrino de cura, y luego le prestó el dinero al amigo que quería ir a América. Este amigo había tocado tiempo atrás, cuando había un sindicato obrero y este sindicato tenía una banda de música. Y se lo regaló a mi padre el día en que se embarcó para América. Y mi padre lo depositó en mis manos con mucho cuidado, como si fuera de cristal.»
Manuel Rivas, del relato «Un saxo en la niebla»
Alejandro Tiana, Rector:
ROMERO SOLO.
Ser en la vida romero,
romero sólo que cruza siempre por caminos nuevos.
Ser en la vida romero,
sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo.
Ser en la vida romero, romero…, sólo romero.
Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo,
pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.
Que no se acostumbre el pie a pisar el mismo suelo,
ni el tablado de la farsa, ni la losa de los templos
para que nunca recemos
como el sacristán los rezos,
ni como el cómico viejo
digamos los versos.
La mano ociosa es quien tiene más fino el tacto en los dedos,
decía el príncipe Hamlet, viendo
cómo cavaba una fosa y cantaba al mismo tiempo
un sepulturero.
No sabiendo los oficios los haremos con respeto.
Para enterrar a los muertos
como debemos
cualquiera sirve, cualquiera… menos un sepulturero.
Un día todos sabemos
hacer justicia. Tan bien como el rey hebreo
la hizo Sancho el escudero
y el villano Pedro Crespo.
Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo.
Pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.
Sensibles a todo viento
y bajo todos los cielos,
poetas, nunca cantemos
la vida de un mismo pueblo
ni la flor de un solo huerto.
Que sean todos los pueblos
y todos los huertos nuestros.
León Felipe
Teresa Lavado:
Título. Todo asusta / Gloria Fuertes. Poemas del suburbio,1954
Mercè Álvarez:
Me parece interesante por su vigencia a pesar de los años transcurridos.
DISCURSO DE LA SERVIDUMBRE VOLUNTARIA. Etienne de la Bóelie. 1576.
Es realmente sorprendente ver cómo millones y millones de hombres son miserablemente sometidos y son juzgados, la cabeza gacha, a un deplorable yugo, no porque se vean obligados por una fuerza mayor, sino, por el contrario, porque están fascinados y, por decirlo así, embrujados por el nombre de uno, al que no deberían ni temer (puesto que está solo), ni apreciar (puesto que se muestra para con ellos inhumano y salvaje). ¡Grande es, no obstante, la debilidad de los hombres! Obligados a obedecer y a contemporizar, divididos y humillados, no siempre pueden ser los más fuertes. Así pues, si una nación, encadenada por la fuerza de las armas, es sometida al poder de uno solo no deberíamos extrañarnos de que sirva, debemos tan sólo lamentar su servidumbre; o, mejor dicho, no deberíamos ni extrañarnos ni lamentarnos, sino más bien llevar el mal con resignación y reservarnos para un futuro mejor.
Noel Rodríguez Fernández:
Jordi Montserrat, estudiante Antropología:
TEMPLE, Salvador Espriu
Ara digueu: «La ginesta floreix,
arreu als camps hi ha vermell de roselles.
Amb nova falç comencem a segar
el blat madur i, amb ell, les males herbes.»
Ah, joves llavis desclosos després
de la foscor, si sabíeu com l’alba
ens ha trigat, com és llarg d’esperar
un alçament de llum en la tenebra!
Però hem viscut per salvar-vos els mots,
per retornar-vos el nom de cada cosa,
perquè seguíssiu el recte camí
d’accés al ple domini de la terra.
Vàrem mirar ben al lluny del desert,
davallàvem al fons del nostre somni.
Cisternes seques esdevenen cims
pujats per esglaons de lentes hores.
Ara digueu: «Nosaltres escoltem
les veus del vent per l’alta mar d’espigues.»
Ara digueu: «Ens mantindrem fidels
per sempre més al servei d’aquest poble.»
B., 1965.
—
Alexandra Mosquera:
Fernando Pessoa – Poemas de Alberto Caeiro
«El guardador de rebaños (I)»
Mariano Cantero:
«Que tengo yo, Jesús mío
que mi amistad procuras
que a mi puerta
cuajado de rocío
pasas las noches del invierno
a oscuras.»
San Juan de la Cruz
Sonia Antuña:
«Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto.”
HISTORIA DE DOS CIUDADES. Charles Dickens
Antonio Tinedo, alumno de Filología:
Fragmento de uno de mis libros favoritos, EL VIOLÍN NEGRO de Sandra Andrés Belenguer.
Juanjo García (Asesoría Jurídica UNED)
“Si algún día me ves triste no me digas nada, solo quiéreme.
Si me encuentras en la soledad de la oscura noche, no me preguntes nada.
Solo acompáñame.
Si me miras y no te miro no pienses nada, compréndeme.
Si lo que necesitas es amor no tengas miedo, ámame.
Pero si alguna vez dejaras de quererme no me digas nada.
Recuérdame».
Autor: Mario Benedetti
Miguel Gutiérrez de Paco:
«Preguntar al amor es cosa rara,
es preguntar cerezas al cerezo.
Yo conocí los trigos de Rancagua,
viví como una higuera en Melipilla,
cuanto conozco lo aprendí del agua,
del viento y de las cosas más sencillas.
Por eso a ti, sin aprender la ciencia,
te vi, te amé, y te amo bienamada,
tú has sido, amor, mi única impaciencia,
antes de ti no quise tener nada.»
Diálogo con Teresa – Pablo Neruda
Maximo Galindo Barderas:
«La fraga recuperó de golpe su alma ingenua en la que toda la ciencia consiste en saber que de cuanto se puede ver, hacer o pensar, sobre la tierra, lo más prodigioso, lo más profundo, lo más grave es esto: vivir».
Wenceslao Fernández Flórez: » El bosque animado».
Susana Gil Lago:
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar;
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres…
ésas…¡no volverán!
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
Pero aquellas cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día…
ésas…¡no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido…,desengáñate,
nadie así te amará.
Gustavo Adolfo Bécquer. Volverán las oscuras golondrinas… Rima LIII
Genoveva Merino Morales:
Hoy he sido testigo de la muerte del viento, salteador de caminos, sorpresa de viajeros.
Le vi llevar a rastras a sus hondas cuevas de sombra sus tesoros robados a los árboles, su calderilla de hojas; prisionero después entre lanzas de lluvia abrirse paso a silbos para emprender la fuga, escalar los tejados y escurrirse vestido con traje de papel inflado en suspiros; transmitir sus señales a las espigas cómplices, silbando y acarreando su gran botín de flores.
De la colgante cuerda de un campanario, al cabo, vi balancear el viento ya sin vida ahorcado.
Jorge Carrera Andrea de (1902-) Ecuador
De Lugar de origen (1951)
Xni Vo:
SONREÍR CON LA ALEGRE TRISTEZA DEL OLIVO
Sonreír con la alegre tristeza del olivo.
Esperar. No cansarse de esperar la alegría.
Sonriamos. Doremos la luz de cada día
en esta alegre y triste vanidad del ser vivo.
Me siento cada día más libre y más cautivo
en toda esta sonrisa tan clara y tan sombría.
Cruzan las tempestades sobre tu boca fría
como sobre la mía que aún es un soplo estivo.
Una sonrisa se alza sobre el abismo: crece
como un abismo trémulo, pero valiente en alas.
Una sonrisa eleva calientemente el vuelo.
Diurna, firme, arriba, no baja, no anochece.
Todo lo desafías, amor: todo lo escalas.
Con sonrisa te fuiste de la tierra y del cielo.
Miguel Hernández
Luisa Martínez:
» Has de saber, que es tu voz interior, la que alza o destruye los muros que te limitan».
Del Escritor y Actor Rafael Atienza.
Robert D. Willard:
EL ALTAR
De nada sirvió pedirles que la retiraran. Los padres le dijeron que estaba allí para protegerla del maligno y no para asustarla y que más le valía rezar y dejarse de bobadas, porque los miedos hay que vencerlos y además en la vida ya le tocaría asustarse de otras cosas. Pero cuando miraba en la oscuridad la figura fosforescente, el rostro virginal pero inexpresivo, no podía evitar un escalofrío que sólo desaparecía al volverse hacia el otro lado y arrebujarse con el embozo; pasaban los minutos y el temor aumentaba, esta vez de que la figura se hubiese desplazado y la túnica verdosa acabase por rozar su cuello por detrás. Por lo general se dormía pronto, pero a veces las ganas de orinar la despertaban antes de las ocho y entonces llegaba lo peor: la necesidad de resistir horas y horas, ya sin esperanza de volver a dormirse, para no tener que pasar ante el fantasma cuyo brillo, parcialmente apagado, lo hacía aparecer aún más hostil.
Me contó ese detalle de su infancia después de una noche, la primera y última que pasamos juntos. Sonó a justificación, pero no creo que lo hiciera por eso: es la mujer más desinhibida que he conocido jamás. Parecía más bien un ritual, algo contado tantas veces que casi se recita. Aún recuerdo la forma agresiva en que sus manos de uñas negras me arrastraron al dormitorio, esa pesadilla llena de cortinas oscuras, apenas iluminada por velas a medio consumir e imágenes fluorescentes de seres atroces; tanto ese decorado como la brutalidad de ella me excitaron en vez de inhibirme, pero no deseo repetir. Sólo estuve a punto de marcharme hacia la madrugada: extenuado, intentaba descifrar a la luz de las velas las figuras de sus tatuajes cuando descubrí que no estaba dormida y que lo que yo percibía como un leve ronquido no era sino una plegaria tenaz, grave, obscena. La dirigía, estoy seguro, hacia el altarcito que presidía la cabecera, ocupado por una figura alargada, negra y brillante cuyo rostro no puedo evocar sin espanto. Forcé la vista: puedo equivocarme, pero estoy seguro de haber leído Nuestra Señora de las Tinieblas.