Texto y algunas fotos de José Manuel Soto de la Ruta de Palencia

Texto leído por José Manuel Soto durante la comida de la ruta palentina:

LA MONTAÑA DE DIOS, LA MONTAÑA PALENTINA

Cuando hace unas semanas, Manuel me llamó y me pidió que hablara después de él en ésta comida y dije que sí, pensé que siempre quedaba la posibilidad de que el horario de un Ave o el anuncio de unas obras en la carretera de vuelta, cómo la última vez que estuvimos en estos salones, me librara de beber este cáliz.

Pero parece que no, que este año podremos completar el acto sin incidentes, ni tener que salir corriendo dejando los cafés sobre la mesa.

Es que esto de hablar en público no es lo mío, y eso que profesionalmente lo he tenido que hacer en alguna ocasión. Siempre en las presentaciones que hacemos me quedo con el regustillo de no haber expresado suficientemente lo que pienso en ese momento.

Pero estamos aquí nuevamente, ésta es la quinta vez que comemos en este restaurante, en las rutas por el Románico palentino y aún queda románico para dar y tomar.

Hace unos días, el 19 de abril, se cumplían diez años de la primera ruta que se hizo por estas tierras, diez años en que la alcaldesa de Paredes de Nava recibió a los participantes en la 3º ruta que el equipo de Actividades Culturales, con Mercedes, Rocío y todos los demás, no muchos más, organizaban como vehículo para la difusión de la lectura, el arte, los autores, la historia y nuestras tierras.

Y ya vamos por la cuarenta y cuatro, dentro de seis, la ruta número CINCUENTA.

En estas cinco rutas por estas tierras, hemos descubierto una de las mayores concentraciones de Románico de Europa, del mundo.

El recorrido que el Camino de Santiago hace por Palencia, ha dejado sembrados multitud de monumentos que nos traen el recuerdo de otra época, pero que se mantiene viva.

Nos han descubierto lugares como Carrión de los Condes, San Martín de Frómista, Santa María la Blanca de Villalcázar de Sirga, San Andrés del Arroyo, la Iglesia rupestre de Olleros de Pisuerga, la Iglesia de San Eufemio de Cozuelos, el Monasterio de San Andrés del Arroyo. Hemos visitado varias veces la Colegiata de San Pedro de Cervatos, descubriendo sus particulares canecillos.

Y descubrimos Palencia, su Catedral, gótica, larga, una de las más grandes de España, sobre restos visigodos que nos esperaban en la Cripta de San Antolín, pero sin una fachada principal, y dónde, contemplando el retablo de Juan de Flandes, alguien nos dijo que: “los palentinos somos muy flamencos”.

Y no nos faltó descubrir que también los romanos dejaron su impronta, visitando las excavaciones de la Villa romana de La Olmeda, creo recordar que unos días antes de que estas excavaciones fueran inauguradas por la reina Sofía, nos adelantamos a ella, cómo esta vez con la exposición de las Edades del Hombre.

Y hemos visitado varias veces, en Aguilar de Campoo, Santa María la Real, hemos ido viendo la evolución de su restauración y su puesta en valor,

«Hasta una ruina puede ser una Esperanza».

Sede de la fundación que lleva su nombre, del Centro de Interpretación del Románico. Y cada vez que pienso en ella, no puedo dejar de imaginarme a Peridis hablando del románico en sus programas de televisión.
Pero también sede de la UNED en estas tierras.

No podemos olvidar la gastronomía, recia y fuerte. En todas las rutas con algo particular, pero también con la tradición del fin de fiesta en este restaurante en el que estamos.

Recuerdo muy vivido es el de la comida en el Mesón de los Templarios, en Villalcázar de Sirga, dónde fuimos recibidos a la puerta por el mesonero Mayor, Pablo, quién nos recitó la carta de bienvenida al son de la dulzaina y del tamboril. Lugar en el que degustamos los manjares típicos del cerdo cómo entrante y un cordero asado que nos fue llevado a la mesa en andas, bailado por los camareros, con más música, y todo ello servido sobre las propias hogazas de pan abierto a modo de platos.

Terminamos aquella mítica comida –los que estuvimos no la hemos olvidado- al son de dulzaineros castellanos, cantando a la tía Melitona, gracias a los efluvios del “licor del peregrino” y a la “premeditación” de Manuel al haber llevado y repartido las correspondientes chuletas con el texto:

La tía Melitona ya no amasa el pan
Po que le falta el agua, la harina y la sal
Y la levadura la tiene en Pamplona
Por eso no amasa la tía Melitona
Y la levadura la tiene en Pamplona
Por eso no amasa la tía Melitona

Y aquí termino, nos queda aún materia para seguir descubriendo estas tierras, sus monumentos, sus gentes, su gastronomía, que las Rutas sean siempre el aperitivo para que nosotros las sigamos descubriendo y mostrándoselas a los que vengan con nosotros.

Que nos sirvan para “abrir boca”, que aprovechemos la mano de los escritores a los que seguimos y los hechos históricos que descubrimos para aprender y enseñar.

Y, por supuesto, dar las gracias a los que habéis hecho posible este ambiente, a ti Manuel, por tu amor por la historia y por estas tierras, y por tu humor,
A ti Rocío, por todo lo que has dado por ellas y por la gestión.
Y a ti Mercedes, por habérsete ocurrido y haberlas encauzado enfrentándote a muchos inconvenientes en momentos duros y por seguir en ellas.

Y por supuesto, a toda la gente que os ha acompañado en este proyecto durante éstas CUARENTA Y CUATRO rutas.

Para refrescar mis recuerdos y llegar a aquellos que yo no viví he recurrido al libro Rutas Literarias (Uned 2011) de Leonor García y María Peñuela.

Más fotografías de la Ruta de Palencia.

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